Educación

Continuamos formando personas para una realidad que ya no existe

Una morada desde el marketing educativo

Son muchos los expertos que anuncian que la escuela tal y como la conocemos ha quedado obsoleta, incluso que frente a las nuevas tecnologías ésta podría dejar de existir. La gran pregunta entonces sería, ¿por qué frente a este terrible pronóstico  continuamos aferrados a un modelo educativo que está en decadencia?

Los cambios provocan resistencias muy difíciles de enfrentar. Especialmente cuando se trata de un sistema tan consolidado y arraigado como es el educativo. Cuando la escuela se impuso masivamente a la sociedad, allá por el Siglo XVIII, el método clásico griego también experimentó una fuerte oposición. No obstante el modelo escolar logró reemplazarlo y expandirse por todo el mundo, impulsado por las necesidades socioeconómicas de la época que requerían personas alfabetizadas y capacitadas para hacer funcionar el sistema fabril que crecía exponencialmente con la revolución industrial.

De eso se trata justamente la educación: adaptarnos al entorno, absorbiendo su cultura e incorporando herramientas para sobrevivir en él y perpetuarnos como especie. 

La escuela tradicional por lo tanto se basó en la ESPECIALIZACIÓN (ya que al introducirse la producción en serie para fabricar un auto por ejemplo uno tenía que ensamblar el chasis, otro las ruedas, y otro el volante) y en la REPETICIÓN (porque el trabajo era siempre el mismo). El ideal pansófico de su creador (Jon Amos Comenio) era que “todos sepamos todo”, y para ello la memorización de datos era importante, ya que el conocimiento en ese momento se encontraba repartido entre los individuos. Se enseñaba caligrafía (porque la información se escribía a mano) y a leer comprendiendo un texto; al igual que se incentivaba a realizar operaciones matemáticas mentales. 

Se diseñó también tomando el ejemplo de una fábrica, con horarios de trabajo y descanso claramente pautados, donde se debía cumplir órdenes y motivar a las personas a través de premios o castigos que generaban un espíritu competitivo entre ellas.

El modelo escolar era funcional a las necesidades de la época, y por ello logró imponerse a pesar de las resistencias de los clásicos (cuya educación estaba destinada hacia unos pocos y entre otras cosas se los entrenaba en las destrezas de la guerra).

Hoy nos encontramos viviendo otro importante cambio social y económico: el digital, el de la automatización. Las computadoras están reemplazando actualmente aquellos trabajos para los cuales la escuela supo capacitar, ya que las máquinas se especializan y realizan tareas repetitivas mucho mejor que nosotros. Sin embargo continuamos formando a las personas para una realidad que ya no existe. 

Ya no necesitamos escribir prolijamente a mano, ni realizar multiplicaciones mentales que fácilmente una calculadora puede efectuar sin margen de error. Tampoco precisamos estudiar ni memorizar datos ya que la información está accesible a todos a través de la red. 

Esto no tiene por qué ser malo, al contrario. Nos libera a nosotros como seres humanos para hacer lo que mejor sabemos hacer: manejar lo impredecible, razonar y resolver problemas, desplegar nuestra creatividad, discernir y desarrollar un pensamiento crítico e independiente. 

Las personas aprendemos mejor cuando involucramos las emociones, cuando tenemos experiencias directas y activas. Somos buenos improvisando, haciendo las cosas diferentes, y complementándonos entre nosotros, no compitiendo. 

Los grandes genios de la historia lo fueron porque supieron fusionar varias disciplinas entre sí, sin especializarse en una sola cosa. 

Teniendo máquinas que realicen todo este trabajo para el cual fuimos anteriormente formados, hoy podemos dedicarnos a ser más humanos, a hacer uso de esta tecnología para potenciar todas nuestras capacidades.  Lo único que tenemos que hacer es abrazar el cambio y dejar de educar como hace trescientos años. Eso ya no sirve. No sólo no es útil para la sociedad (que ya dispone de computadoras que lo hacen mejor y además no descansan ni cobran un sueldo), sino que las nuevas generaciones nos están demostrando que no los motiva. 

Seguimos aferrados a un modelo antiguo. Y si bien éste ha sido rozado por diversas metodologías durante los últimos tiempos (como la corriente constructivista, el aprendizaje por proyectos de Killpatrick, o la incorporación de las TIC en el aula), no ha sabido reconvertirse. 

El ignorante de hoy no es el que no sabe leer ni escribir, sino el que no sabe pensar. Nuestra tarea es entrenar el cerebro humano para aprovechar todo su potencial. Pero esto difícilmente se logre con un sistema que sigue basándose en el estudio de información, en realizar ejercicios repetitivos, en transcribir fragmentos de textos demostrando comprensión lectora, en aplicar constantemente los mismos procedimientos algorítmicos y obtener buenas calificaciones que incentivan la competencia. Este modelo ya no funciona, y debemos reemplazarlo así como éste suplantó al método clásico adaptándose a los cambios sociales del momento.

Para colaborar con esto existe el marketing educativo. Y aunque muchos lo asocien con la promoción y la publicidad institucional para captar más alumnos, su principal objetivo es investigar las necesidades de la sociedad actual para desarrollar servicios educativos tendientes a satisfacerlas. Ya sabemos cuáles son algunas de estas necesidades, construyamos juntos entonces una opción educativa que se ajuste a ellas.

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Ivana Vallenari

Desarrollo de 𝗲𝘅𝗽𝗲𝗿𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗲𝗱𝘂𝗰𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮𝘀 𝘁𝗿𝗮𝗻𝘀𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗱𝗼𝗿𝗮𝘀 Marketing, innovación y pedagogía Escritora @revistagestioneducativa Conferencista - Mamá de 5

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Un comentario

  1. Muy interesante el artículo!. Y muchas preguntas que surjen. Exactamente qué caminos de los disponibles conviene tomar para que nuestros hijos estén mejor preparados?. De no haberlos, que hacer en el mientras tanto?. Y las personas ya educadas como hacer para revertir está formación obsoleta?. Gracias por tantos disparadores. Saludos!

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