Educación

Educación resiliente

Una mirada desde la educación técnico profesional

No esperamos la pandemia. La pandemia nos sorprendió. Todos bien saben ello, ya que nuestro cotidiano fue modificado abruptamente y nadie quedó exento de ello.

En nuestro país, en todas las provincias, el sistema educativo fue sorprendido al comenzar un ciclo lectivo nuevo con pocas semana y clases dadas.  La suspensión de clases, tuvo un nuevo adjetivo que comenzaríamos a utilizar: presencial. Es decir, desde el 16 de marzo, por el coronavirus, comenzó la suspensión de clases presenciales en todo el territorio. En ese primer anuncio fue por catorce días, que se renovaron hasta superar más de cien.

La no-presencialidad sacudió a todo el sistema educativo, y tuvimos que reorganizar las tareas, asumidas en un “plan de continuidad pedagógica”, quien irrumpió más allá de la teoría y los planteos reflexivos de reuniones docentes. 

Es sabido todos los recursos que comenzaron a hacerse públicos a través de la experiencia de convertir al hogar en aula para enseñar o aprender. Primaron la utilización de recursos tecnológicos que, con fines didácticos, hicieron un laboratorio tipo “live” vía streaming. Desde educación, a esto lo llamamos “aprendizaje asincrónico”, y básicamente tiene en cuenta el propio ritmo del estudiante donde éste dispone de su tiempo para poder ver, o leer, o hacer según el docente le vaya indicando, utilizando videos, presentaciones, textos, etc.

Todo este laboratorio comenzó a evidenciar las grietas del sistema, dentro de un entramado social. Estas grietas son las dificultades en el tan necesario acceso a la conexión a internet, al acceso tecnológico, en el espacio áulico del hogar, en las prioridades de la organización familiar, en las opciones del día a día de cada estudiante.

Si a todo este escenario raudamente descrito lo tratamos de ubicar en una rama del sistema educativo, donde el fin sea “preparar, actualizar y desarrollar las capacidades de las personas para el trabajo con inserción en el ámbito económico-productivo”, estamos en una encrucijada. La Educación Técnico profesional es justamente donde la educación se vincula con el hacer.  Y la Formación Profesional busca “la formación socio laboral para y en el trabajo”, con un vasto catálogo de cursos y trayectos formativos, dirigido “tanto a la adquisición y mejora de las cualificaciones como a la recualificación de los trabajadores”.  Esta encrucijada encarna fuertemente la situación difícil o comprometida de poder enseñar “no presencialmente”, en que hay varias posibilidades y ritmos de actuación, donde se va “haciendo camino al andar”. Reitero que estas estrategias no fueron propuestas, ni elegidas. Todos fuimos arrastrados a ella por la pandemia del coronavirus. Pero lo más difícil y no se sabe cuál de las opciones a escoger tienen que ver con esa parte práctica, que es el “hacer”.

La provincia de Bs. As. En un comunicado de la Dirección de ETP indico que todas las certificaciones deben cumplir con el componente práctico, en la modalidad presencial.  Esa presencialidad futura no está definida. Si, como institución de Formación Profesional, proyectamos las distintas posibilidades de llevar adelante la práctica (el hacer) en cada taller, sumando otro sustantivo, pronto a adjetivarse: el protocolo.  

Los trayectos formativos o cursos en FP, según su carga horaria, pueden finalizar con evaluaciones de certificación después de tres, cuatro, seis meses o más. Se intenta poder organizarlos dentro de un ciclo lectivo para que cada persona, mayor de 16 años, pueda lograr al finalizar el ciclo lectivo certificar en, al menos, uno de los trayectos o cursos. Lo que es obligatorio e inevitable, aun en tiempos de no presencialidad, es la práctica. Y allí, es donde estamos ahora: programando la práctica presencial y protocolizada.  No sabemos cuando será. Si sabemos cuanto es lo que necesitamos volver a recorrer esos espacios vinculares y didáctico-profesionalmente preparados. A esto último lo llamamos “entornos formativos”.

Para la FP la práctica en los entornos formativos son clave. Allí se puede aprender mecánica, peluquería, gastronomía, carpintería, herrería, industria textil, informática, industria gráfica, pintura, de la rama de la construcción, marroquinería, hasta administración y gestión.  Muchos de nuestros docentes instructores han podido desarrollar actividades no presenciales, con un despliegue teórico inédito en distintas redes sociales.  Desde un punto de vista muy subjetivo, ellos han hecho el proceso de transformación dentro de este escenario.  Este proceso ha ganado en calidad personal y perspectiva que cada instructor tenía sobre las nuevas tecnologías.  Obligatoriamente para generar vínculo y poder sostener el plan de continuidad pedagógica con los estudiantes tuvieron que buscar más de una alternativa desde marzo hasta la fecha. Por supuesto que podría haber instructores que no han podido.  Los causales serían muchos, pero lo importante ante este tiempo de incertidumbres ante lo desconocido y lo trágico de las consecuencias del COVID-19 es poder reflexionar en el que hacemos con todo esto.

En varias notas, charlas, conferencias, disertaciones sobre la educación en este tiempo de coronavirus se escuchan palabras sobre cómo mirar el horizonte post-pandemia, viendo lo que va dejando visible su paso por el sistema educativo. La clave común en ellas, sobre este tiempo de desánimo social, de abatimiento, de superación ante una realidad tan cruda es intentar desarrollar la capacidad que se ha podido desarrollar en cada espacio para tomarlo como fortaleza en un futuro cercano. Esa capacidad la conocemos como resiliencia.  En un artículo de la revista-portal leí que habla de la Resiliencia educativa. Un tipo de resiliencia que cada uno de nosotros docentes podemos llegar a desarrollar.  Para poder darnos cuenta de ello, deberíamos terminar el aislamiento preventivo, social y obligatorio, finalizar la no presencialidad y tener protocolizada la nueva realidad áulica-institucional.  Estamos todavía dentro de este proceso de resiliencia.

¿y el sistema educativo que? Sería desatinado poder responder y reflexionar sobre tan amplio campo de gestión y gobierno. Sin dudas que todos los funcionarios nacionales, provinciales, los asesores y demás actores institucionales tienen una gran misión para intentar poder tomar el impulso necesario para diagramar las políticas públicas ante los resultados de este año.  Seria de mi agrado reflexivo poder personalizar al sistema educativo para la FP y, así como los instructores, pueda desarrollar esa capacidad individual que mencionamos como resiliencia educativa.  Pero considero que sería mucho más apropiado poder hablar de una educación resiliente, donde ese mismo ser pudiera haber descubierto cuán necesario es poder resignificar roles, vínculos con los estudiantes y reconocer lo imprescindible de los entornos formativos.

Ante los propósitos de poder vincular la educación con el trabajo, desarrollar habilidades sociales y profesionales, será necesario identificar qué cosas de la educación resiliente fueron oportunidades de incorporar a la educación técnico profesional a pesar de las dificultades, los resultados fueron o son superadores y convertirlo en una fortaleza de la rama.  Se podría discutir si la no presencialidad es una alternativa superadora para el futuro, y que suprima a la presencial.  He aquí una de las primeras prioridades que debería de cuidarse: la si-presencialidad en los entornos formativos. Para la educación de personas mayores de 16 años la no presencialidad fue una dificultad para lo práctico al no contar con ese bien necesario entorno formativo. Quizás, la opción de reflexión es un sistema mixto entre la presencialidad y la virtualidad, para poder crecer en el trato social y aplicar en el espacio áulico taller con todo lo teórico que se vaya trabajando.

La Educación resiliente debería ser un cambio cualitativo entre un antes un después. No se la podría identificar con ninguna persona, pero en realidad todos los somos.  La construcción de esta nueva realidad institucional dependerá de todos los agentes educativos, sin importar el rol o función.  Todo este tiempo puede llegar a llevarnos a pensar lo importante e imprescindible que es para los docentes instructores una capacitación donde las nuevas tecnologías no sean un tema, sino que sean un medio de enseñanza aprendizaje.  También en la particular y difícil estructura de la conectividad para todo el territorio, y el acceso tecnológico de los estudiantes. Sin querer nombrarlo como un derecho, es indispensable para quien quiera aprender poder tener el acceso particular, personal y acorde a esta rama. 

Cuando hablamos de resiliencia se supone dejar un lugar o estado de “normalidad” para poder crear una nueva según las propias capacidades. Si pensamos en nuestro sistema educativo, en la Educación técnico-profesional, el planteo es educación resiliente, para poder pegar el salto necesario y realmente estar dentro de un universo tecnológico productivo actual, si no, seguiremos siendo los mismos de antes, con todas las cuentas por resolver.

1  https://www.argentina.gob.ar/noticias/coronavirus-suspension-de-clases-presenciales-14-dias-consecutivos-partir-del-16-de-marzo

2  Ver art. 8º Ley 26.058 de la Pcia de Bs. As. Ley ETP http://www.inet.edu.ar/wp-content/uploads/2012/10/ley-26058.pdf

3 Res.1984/18 PBA. REGLAMENTO GENERAL PARA LOS CENTROS DE FORMACIÓN PROFESIONAL. D.G.C.y E.

4 https://gestioneducativa.ar/gestion/resiliencia-educativa/

Oscar Ríos D´Ascenzo – Profesor en Filosofía y Cs de la educación, licenciado en gestión de la calidad de la educación, diplomado en dirección de instituciones educativas y diplomado en Formación Profesional. Actualmente se desempeña como director del CFP 401 de la Matanza y como docente en el nivel secundario

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