La semana pasada tuve el placer de participar como ponente en el Congreso Internacional de Marketing Educativo (Eduketing) en Valencia. Allí no sólo pude conocer propuestas educativas innovadoras, impulsadas por los propios departamentos de marketing de muchos centros educativos, sino que también vivencié el motivo principal que estaba llevando a esas escuelas a reinventarse: la falta de niños.
Desde que aterricé en España el problema de la baja natalidad no solo llegó a mis oídos a través de distintas voces, sino que lo experimenté por mí misma al recorrer sus calles. Plazas vacías, parques diseñados para adultos, pueblos carentes de risas y juegos infantiles… Como en muchos otros países de Europa la tasa de nacimientos está en declive, y las escuelas que eliminan líneas o que incluso tienden a la desaparición se han vuelto moneda corriente.
En este escenario entonces no resulta descabellado que los colegios privados acudan al marketing para captar más matriculaciones, mientras que los concertados accionen para evitar perder alumnado frente a las políticas gubernamentales de reposicionar la educación pública. Y la herramienta más poderosa para alcanzar esos objetivos es la diferenciación.
¿Qué lleva a una familia a decidirse por un colegio en lugar de otro? La oferta educativa. Estamos transitando un período de grandes cambios a nivel mundial en el sistema escolar. El modelo de escuela fabril del siglo XVIII ha quedado ya obsoleto, y es necesario que los espacios de aprendizaje se adapten a las necesidades de la sociedad actual. Aquellos colegios que lo hagan mejor son los que sobrevivirán en el tiempo.
Sin embargo, a diferencia de España, la Argentina no está atravesando una crisis poblacional sino económica. Muchos de los centros educativos subvencionados por el estado cuentan con listas de espera debido a que los aportes mensuales resultan accesibles comparados con los de instituciones privadas de alta gama, mientras que por otro lado se ofrece un servicio mucho mejor que en las entidades públicas. Con lo cual si no tenemos tanta necesidad de salir a buscar matriculaciones difícilmente podamos disponer de una fuerte voluntad de cambio a nivel metodológico que nos lleve a transformarnos.
Pero este oasis en el que actualmente vivimos no se mantendrá demasiado en el tiempo. Si la innovación educativa no viene impulsada por la tasa de natalidad, que por cierto tarde o temprano se trasladará también a nuestro país no sólo por la economía doméstica sino también por las diferentes corrientes que a nivel mundial promueven una disminución global de la población, será inducida entonces por las propias familias. Familias que hoy en día buscan un aprendizaje diferente para sus hijos y que se hacen oír a través la cantidad creciente de niños que son extraídos del sistema para ser educados en sus propios hogares, o mediante los proyectos alternativos que surgen con fuerza en diferentes regiones del país.
En algún momento la transformación de nuestras escuelas será también inminente, como lo está siendo hoy en Europa. Al igual que sucede en todos los ámbitos, las tendencias llegarán dentro de un tiempo al continente americano y los colegios no tendrán otra opción más que reinventarse para evitar su extinción. Si podemos ir encaminándonos hacia ello desde ahora, los cambios no nos tomarán por sorpresa ni serán tan drásticos, y nos posicionarán actualmente como una institución vanguardista. Pero si de algo estoy segura es que en algún momento nos alcanzarán. Mejor estar preparados…
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