Docentes

La cinta olvidada

¿Cómo logramos fomentar desde la escuela una apropiación de nuestras tradiciones públicas históricas por parte de los estudiantes?

Hoy me llamó la atención ver a tantos chicos yendo al colegio vestidos con los colores de nuestra bandera. No era una cintita, eran camisetas, remeras, vinchas, gorros, inclusive con líneas celestes y blancas en sus mejillas. El mundial de fútbol finalmente llegó y todos visten orgullosamente la camiseta argentina. Balcones y ventanas ya están cubiertos por la bandera nacional. El país entero se vuelve celeste y blanco. Nuestros próceres ya no usan levita ni sable, tampoco tienen patillas prominentes que cruzan parte de sus mejillas ni rostros serios retratados en pinturas. Nuestros próceres hoy visten ropa deportiva y botines de fútbol. No mueren pobres ni olvidados. Y es que se cumplió el plazo de cuatro años y hoy todos somos un poquito más argentinos. Todos recuerdan el mundial del 90, su canción histórica, los goles de tal o cual jugador, los penales atajados, contra quién perdimos, a quién le ganamos. ¿Por qué será que estos datos quedan grabados en la memoria pero nuestras fechas patrias no?

Todos hemos tenido la oportunidad de vestirnos de dama antigua, lavandera, vendedor ambulante o prócer en algún momento de nuestra historia escolar. Todos recortamos figuritas de alguna revista para niños para completar rigurosamente el gran Calendario Escolar. Año tras año, revista tras revista, cubrimos cientos de hojas con contenido alusivo a las fechas más importantes de nuestra historia nacional. Carpetas llenas de imágenes e información fáctica. Contenidos importantes pero sin procesar, sin digerir, sin hacerlos parte de nosotros. Más de una vez nos olvidamos ese pedacito de cinta con los colores patrios y recibimos algún reto de la señorita o la directora. Un pedacito de cinta con muchísima historia pero olvidado al fin. 

Los estereotipos y muestras artificiales de época se convierten en estrellas durante los meses de mayo, junio y julio. Los niños y niñas son expuestos a situaciones descontextualizadas que lejos están de una práctica didáctica significativa. Las familias, con mucho empeño, alquilan trajes, visten y peinan a sus hijos e hijas siguiendo un modelo artificial que se nos presentó hace años y que nunca nos detuvimos a repensar o cuestionar. El acto escolar termina siendo un momento guionado en el que se repiten palabras y pasos de baile sin sentido alguno para los estudiantes. Ausubel afirma que el aprendizaje significativo es aquel que se conecta con conocimientos que el sujeto posee anteriormente. Para ello, debemos indagar lo que los estudiantes ya saben para facilitarles la asimilación del conocimiento nuevo, y que siga aumentando y perfeccionando el ya existente, reconfigurándolo. Somos los docentes los responsables de promover un ambiente alfabetizador que propicie el aumento de aprendizaje significativo por parte de los estudiantes en cada fecha patria.   

El Diseño Curricular de la Provincia de Buenos Aires establece que el abordaje didáctico de las conmemoraciones significativas para las familias, la comunidad y la Nación, trata de compartir saberes construidos, evitando formatos ficticios y descontextualizados que expongan a los niños en propuestas que adquieren significación sólo para los adultos. El acto escolar no debería convertirse en un contenido a enseñar. No nos preparamos para la fiesta, disfrazados de estereotipos históricos que poco tienen que ver con la realidad de los niños y niñas, sino que se deberían ofrecer las mejores condiciones para socializar los saberes construidos en el abordaje de las fechas patrias; abordaje que se puede trabajar desde todas las disciplinas escolares. Entonces, ¿es válido pensar que un abordaje erróneo de las efemérides escolares resulte en una falta de apropiación por parte de los niños y niñas? ¿Cómo podemos lograr que sientan durante nuestras fechas patrias la misma pasión y el mismo sentido de pertenencia que sienten con un mundial de fútbol? 

Stenhouse afirma que la misión de la escuela es poner a disposición de los niños y niñas las “tradiciones públicas”. Esto es una selección del capital intelectual, emocional y técnico con el que cuenta la sociedad. Lo que muchos llamarían “cultura”.

Entonces, ¿por qué nuestra cultura parece ser más futbolera que de construcción de identidad nacional? ¿Cómo logramos fomentar desde la escuela una apropiación de nuestras tradiciones públicas históricas por parte de los estudiantes? Meyer analizó diversos currículos escolares nacionales desde un punto de vista sociológico. En su investigación sostiene que las culturas locales están destruyéndose debido a la educación de masas. Lo sorprendente de sus hallazgos es la escasa importancia relativa de los factores de influencia nacionales sobre la estructura curricular. En los currículos escolares a nivel internacional, hay más semejanzas que diferencias. Meyer afirma la existencia de un currículum mundial oculto estándar. Siguiendo su lógica y la evidencia en relación a las efemérides y festividades nacionales abordadas escolarmente, no sería sorprendente que los valores histórico-culturales nacionales vayan perdiendo lugar en la currícula oficial. Sin embargo, esto no sucede. Los currículos provinciales incluyen el trabajo interdisciplinario de efemérides nacionales y el abordaje pedagógico que sugieren no es vivenciado por los estudiantes en la mayoría de las escuelas. ¿Será esto una señal de que debemos volver a reflexionar sobre nuestras prácticas docentes en relación al trabajo de las efemérides?

Es necesario resignificar la historia de aquel relato aprendido en nuestra infancia, hacerlo propio, desglosarlo y “des-ritualizarlo”. Cuestionarnos por qué hacemos siempre lo mismo en los actos escolares es más que válido. Comenzar a trabajar la efeméride en el aula, siendo los estudiantes con sus interrogantes quienes toman el timón y dirigen el camino. Que sean sus intereses y sus significados quienes le dan nueva luz y un nuevo sentido a cada fecha. Que los actos sean pensados por los chicos y chicas, analizando cómo contar la historia que aprendieron, relacionando presente, pasado y futuro. Que el conflicto y las grietas sean partícipes de este momento. Que el pensamiento crítico y la humanización de nuestros próceres tengan lugar en el aula. Démosle a los estudiantes el espacio para construir sus propias celebraciones, siendo los directores, productores, guionistas y actores de cada acto. Es momento de encontrar aquella cinta perdida, vestir nuestra escarapela y valorar la historia como parte de nuestra identidad nacional.

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