Debate educativo

La estupidez inteligente

Parece un oxímoron, un recurso retórico que expresa una contradicción lógica en la que algo -la inteligencia- no puede ser al mismo tiempo lo contrario -la estupidez- (RAE, 2023).   Aunque también pareciera una figura literaria en las que Quevedo, el poeta, despliega en sus sonetos: 

“hielo abrasador, fuego helado,

herida que duele y no se siente,

soñado bien, mal presente,

breve descanso muy cansado.

descuido que nos da cuidado,

cobarde con nombre de valiente,

andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.”

La estupidez inteligente es un concepto que existe, aglutina muchas experiencias, narrativas, opiniones y posturas de índole académica y moral, sus consecuencias las vivimos casi a diario y nos han acompañado desde los tiempos de Sócrates y Platón (Marina, 2004).  

En griego, como en nuestro idioma, existen dos palabras para diferenciar la “ignorancia” y la “estupidez” son, respectivamente “agnoia y amathia” (Belangia, 2017) .  Pero ninguna de las dos palabras castellanas describe lo que intentan explicar los filósofos griegos.  

Agnoia, que tiene el prefijo griego “a”, significa literalmente “no saber”. Y, de igual forma, a-mathia no aprender.  La “agnoia” es el estado de no saber algo que es cognoscible. Cuando nacemos, nacemos ignorantes (agnoia) y, aunque todos logramos por medio de la educación, cambiar de ese estado de ignorancia, que también requiere su tiempo, porque persistirán algunos ámbitos que no conoceremos lo suficientemente bien (Pigliucci, 2018).  En efecto, en muchos temas somos unos ignorantes y no hay nada de vergonzoso en ello, más bien es un indicador de nuestra humanidad, de nuestras limitaciones, de nuestra finitud. 

Pero, existe una ignorancia que sí es vergonzosa y sucede cuando, al presentarnos evidencia de lo que ignoramos y, sobre todo, si es de gran importancia, no hacemos ningún esfuerzo por mitigar las consecuencias de no saber y seguimos actuando como si no fuéramos ignorantes. 

Con la estupidez es todavía peor.  Sócrates la llama “enfermedad”. Amathia significa “no aprender”.  Y, de la misma manera que el término “agnoia”, “amathia” puede significar simplemente el tosco estado de falta de educación debido a la incapacidad para el aprendizaje. Pero también, y esto es lo más grave, manifiesta la falta de voluntad para aprender.   Mantenerse por voluntad propia en la ignorancia (agnoia) puede ser grosero, incompetente y llevarnos a decisiones equivocadas al estar mal informados. Pero, aquellas personas que están “enfermas”, obcecadas en no aprender (amathia) pueden llegar a convertirse -como la historia ha demostrado- en siniestros personajes, en perversos criminales que se ratifica con el terror que vivió Israel hace pocos días (Kekes, 2006).

Y es aquí dónde radica, la paradoja del concepto de la “estupidez inteligente” (Marina, 2004).  No es falta de inteligencia, no es un fracaso en el intento de ser inteligente, no es la incapacidad de pensar, es la negativa a comprender, es no querer saber, aunque se expongan argumentos racionales, datos, conocimientos nuevos o diferentes.  La estupidez inteligente puede afectar a individuos altamente inteligentes cuando toman decisiones irracionales o se comportan de manera insensata.  Es decir, no es un reflejo de la falta de capacidad cognitiva, sino más bien de la influencia de factores emocionales y motivacionales en la toma de decisiones.  Algunos “estúpidos inteligentes” son socialmente aceptados o incluso alentados a tomar decisiones cargadas de error (Hughes, 2007).  La historia nos ofrece una larga lista de ejemplos: criminales de guerra, asesinos seriales, financistas, líderes políticos y religiosos (Kekes,2006).  Las personas caracterizadas por la amathia no se las puede persuadir simplemente con argumentos, porque los comprenden bien.  Su problema capital, su deficiencia crucial está en su carácter.  La amathia, se podría decir entonces, es lo opuesto a la sabiduría. Aquella sabiduría que evita que algunas personas inteligentes usen su inteligencia estúpidamente.

Sócrates tenía razón cuando se refería a ella como una enfermedad, no psicológica sino del espíritu (Pigliucci, 2018).  Y, sin tener conciencia del todo, la estupidez inteligente se hecho presente en el arte con Medea, la tragedia griega de Eurípedes, mata a sus propios hijos en venganza por la infedilidad de su esposo, Jasón; en los primeros textos cristianos, cuando Pablo con estas palabras, confesaba a los cristianos de Roma que, a causa del mal: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7,19); en la crueldad de los  próceres ilustrados de la revolución francesa, en los criminales nazis -Hitler, Himmler y Stangl- de la segunda guerra mundial, en las sangrientas dictaduras surgidas por todo el mundo, en la perversión de los grupos terroristas incapaces de diferenciar entre civiles y fuerzas enemigas, en líderes políticos que usan el poder de las armas para invadir a otros países sin importar el dolor causado.  En este sentido, la inteligencia estúpida podría ser vista como un fracaso en el ejercicio del pensamiento y el juicio (Arendt, 2005).

Si la estupidez inteligente es una enfermedad del espíritu, deber ser tratada con urgencia. Hay que cambiar las condiciones que lo provocan.  Algunas de ellas reposan en el interior mismo del ser humano, en la moral intrínseca que nos habita (Kekes, 2006).  La educación, la reflexión privada y el debate público de ideas y modos de estar en el mundo pueden ser algunos de los vehículos para afrontarla.  Pero también como sociedad hay que establecer aplicativos de corrección que pueden ser legales y punitivos, en los casos inexcusables. Enfrentar a la estupidez inteligente, no hará que desaparezca, pero hará qcada vez smás difícil la formación de sociedades estúpidas con creencias, modos de resolver conflictos y la construcción de modos de vida que disminuyan las posibilidades de crecimiento de las inteligencias personales (Marina, 2004). Pero, sobre todo, evitará que nos asedien -y eventualmente prevalezcan-liderazgos de idiotas, fanáticos, criminales y tiranos.

Bibliografía

Arendt, H. (2005) La Condición Humana. Barcelona: Paidós. 

Belangia, W.  (2017). Ignorance vs. stupidityshared ignorance. Available at: https://woodybelangia.com/2014/09/08/ignorance-vs-stupidity/

Euripides. (1992). Medea. De Gruyter.

Hughes, G. (2007). Voegelin’s use of Musil’s concept of intelligent stupidity in Hitler and Germans.  https://sites01.lsu.edu/faculty/voegelin/wp-content/uploads/sites/80/2015/09/Glenn-Hughes4

Kekes, J. (2006). Las raíces del mal. Buenos Aires, El Ateneo.

Marina, J.A. (2004) La Inteligencia fracasada: Teoría y práctica de la estupidez. Barcelona: Anagrama. 

Pigliucci, M. (2018). Cómo ser un estoico: Utilizar La Filosofía antigua para vivir una vida moderna. Barcelona: Ariel. 

Quevedo, F. de (2007) Sonetos. Granada: David González López. 

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Legua Española: Diccionario panhispánico de dudas (DPD), https://www.rae.es/dpd, 1.ª actualización (junio 2023).

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Ricardo Orellana Torres

Doctor en Educación por la Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela), Magister en Ciencias de la Familia por la Universidad Santiago de Compostela (España), Licenciado en Pedagogía, mención en Estudios Religiosos, por Saint Mary’s University of Minnesota (USA). Educador, apasionado por la reflexión, los procesos de cambio e innovación en el campo educativo. Líder y administrador de centros educativos en Ecuador. Ejerce la docencia universitaria y es un comprometido en la transformación y dignificación de la sociedad por medio de la educación.

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