Educación emocional para docentes
Capacitarse en educación emocional es algo tan necesario como urgente
En un mundo conflictivo como el que vivimos, el estrés es un mal permanente y cotidiano desde hace años. Luego de la pandemia y sumado a la inmediatez y sobreinformación que provienen de las redes sociales, cada trabajo se ha visto afectado de diferente forma y la docencia no ha sido la excepción.
La labor docente hoy en día debe verterse de varias herramientas para poder estar al tono de las nuevas generaciones. Las nuevas tecnologías han puesto en el ojo de la tormenta a aquellos profesionales reacios aún a incorporar nuevos recursos a sus clases. A raíz de la pandemia, esto tuvo que hacerse forzadamente en muchos casos y se convirtió en otro agente estresante. Hoy tenemos a google classroom, whatsapp, y muchas otras vías de contacto tanto para padres como estudiantes. Esto lleva a atender no solo nuestras necesidades y vida personal sino también las actividades cotidianas del aula y varios canales de comunicación. El resultado de todo esto es una sobrecarga de responsabilidades y un deterioro de la salud física y mental y, por ende, menos productividad. Si a esto le sumamos la escalada de violencia en la sociedad, los problemas psicológicos y conductuales de alumnos (bullying, depresión, ansiedad) y salarios magros, la bomba puede ser aún más destructiva.
Pero no todo son malas noticias. Este vertiginoso ritmo actual ha servido como disparador para las neurociencias -entre otras disciplinas- para proveer nuevas maneras de mejorar la calidad de vida y como ejemplo de estas, tenemos a la educación emocional, una gran aliada. ¿De qué se trata? Básicamente en aprender a autorregular nuestras emociones, profundizar el autoconocimiento, la comunicación y la empatía, algo fundamental para poder enfrentar lo que el trabajo nos presenta diariamente. A veces por cumplir, otras por miedo a perder el puesto, nos obligamos a exigirnos hasta casi nuestro límite y nos olvidamos de cuidar el propio bienestar. Lidiamos constantemente con conflictos personales y además debemos estar preparados para ayudar a formar otros seres humanos porque el fin ulterior de la educación es ese, formar ciudadanos que aporten positivamente a la sociedad. En las formaciones docentes tenemos materias pedagógicas y de psicología, pero es muy diferente la práctica a la teoría. El material termina siendo insuficiente cuando nos toca atender y resolver tantas complejidades juntas y al mismo tiempo.
Entonces, ante tamaña responsabilidad, ¿no es acaso primordial capacitarnos y acondicionar nuestro mundo interno para poder dar lo mejor y poder afrontar satisfactoriamente todos los desafíos de la educación hoy y los embates de la vida personal?
Es necesario comenzar a incorporar este tema en los establecimientos educativos cuanto antes porque seguramente todos conocemos a algún colega que esté o haya pasado por un momento complicado de salud a raíz de tantos frentes de batalla por cubrir- si es que no lo hemos experimentado en carne propia-. ¿Maneras? Hay muchas. Desde capacitaciones grupales a cargo de la institución como también talleres online o individuales por interés personal, porque no debemos esperar a que el resto accione antes que nosotros.
La comunidad educativa en la que estamos y/o conducimos requiere que el rol docente sea revisitado. Somos seres humanos primero que todo y, tanto directivos como docentes, deben comprender que cuánto más comprensión, empatía y escucha hay en los ambientes de trabajo, más y mejores resultados se verán. Y, además, un docente alfabetizado emocionalmente podrá impartir sus clases desde otra visión, mirando al alumno de forma íntegra y así cumplir con esta gran máxima de Aristóteles: “educar la mente sin educar al corazón no es educar en lo absoluto”.
