Madres de 600. Cuando el valorar la afectividad es el camino
Rescate de una experiencia cotidiana, en clave reflexiva. Cuando el valorar la afectividad es el camino...

Mariela, Carla, Ale y Verónica, mujeres, cada una desde su rol, liderando la conducción cotidiana en la escuela técnica junto a algunos compañeros varones.
Somos hijas, hermanas, compañeras, colegas profesionales, somos madres de nuestros propios hijos e hijas y también de los y las 600. Chicos y chicas que asisten a la escuela. Así nos sentimos, cuando al unísono dejamos lo que estamos haciendo y acompañamos hasta la puerta del colegio a los y las estudiantes que están por abordar el taxi que los lleva a la Práctica profesionalizante.
– ¡Hola chicos! ¿Cómo están hoy? – Pregunta Verónica.
– Bien, bien, Dire, pero también nerviosos. – Los chicos y chicas dicen.
– ¡Vamos, vamos, con alegría! Que, para romper el hielo, tomaremos la foto de la suerte. – Los alienta Verónica riendo.
Posan con caritas de vergüenza, con hermosas sonrisas que imprimen alegría, esperanza y también temor e inseguridad a lo nuevo. Son retratados frente a la pizarra del ingreso a nuestra escuela, la que lleva escrita de fondo la frase: “Trabajemos por y para la Patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”, de Juan Pablo Duarte.
– ¿Chicos, llevan el Carnet de vacunas? Ayer les recordé en el grupo. – Preguntó Carla.
– Sí, sí, prece. – Todos responden.
– Lo olvidé, prece. – Un estudiante indica, entrando en pánico, porque es su primer día y el supervisor del parque solar es estricto.
– ¿Qué hago? – Pregunta con preocupación.
– “Llamá a tu casa, que alguien le saque foto”. – Le decimos a coro.
– Perfecto, profes. ¡Listo! Ya está. – Respira tranquilo.
Llega Mariela desde el comedor, dice:
– ¡Lista la viandita! Hoy agregue lechuga y tomate al sándwich, para que no se cansen de comer solo la milanesa.
– ¡Genial Mariela! – Dicen todos.
Continúa Mariela:
– A los chicos de la siesta les voy a sumar un pebete de refuerzo para que no pasen hambre. Es muy abierto el lugar y el aire del campo, les dará más hambre.
– Jajajaja. – Ríen todos.
– Están creciendo, se comen todo. – Dice Mariela, reforzando su argumento.
– Jajajaja. – Ríen los chicos y profes.
– Bueno, ahora, Profe Jorge, por favor indique las recomendaciones. – Dice Verónica.
Jorge los reúne en una rueda y dialoga como compartiendo un secreto que es solo para ellos y ellas, quienes alcanzaron ese grado o nivel para conocerlo. Los chicos escuchan atentos, se miran asintiendo. Se sienten parte de algo, algo que para ellos y ellas es importante. Termina la sesión de consejos.
– ¿Llegó el taxista? – Pregunta uno de los chicos.
– Aún no – Responde el portero.
– Ya lo llamamos. – Dice Verónica y se comunica con el taxista. – Hola Mauri, ¿qué pasó?
– Hola Dire, nos agarró el corte de ruta, hay una manifestación en el ingreso a la ciudad, estamos demorados. – Responde Mauricio, el taxista, del otro lado de la línea.
Los chicos se preocupan, es el primer día de su práctica profesionalizante. Los compañeros y compañeras del grupo anterior les contaron que el supervisor es muy riguroso con el cumplimiento de las normas y la puntualidad.
– Tranquilos chicos, vamos a informar a Carolina, la encargada de recursos humanos en la empresa vinculante, para notificarlos sobre lo que ocurre en el departamento. – Les dice Verónica, intentando tranquilizarlos.
Los chicos se tranquilizan. Transcurren unos minutos, siguen esperando. Aprovechando el tiempo les decimos:
– Al ingresar, saluden, es importante la cortesía, manténganse atentos; respondan, pregunten toda inquietud, anoten los aportes y consignas.
– ¿Llevan el CV impreso? – Pregunta Ale
– Sí profe, sí, sí. – Responden varios estudiantes.
– Yo no, profe. ¡Lo olvidé! – Dice otro estudiante, tomándose la cabeza.
– ¿Lo armaste? – Pregunta Carla.
– Lo tengo en el celu. – Responde el alumno.
– Corré a imprimirlo en la sala de redes. – Expresa Verónica al chico. – Profe Ale, buscá un folio en mí oficina. – Solicita a su colega.
Ale llega corriendo:
– ¡Listo! Aquí está. Guárdalo aquí, así no se arruga. – Dice Ale, entregándole un folio.
Llega por fin el taxi y suben contando con todo lo necesario, lo que les permite iniciar una experiencia nueva y rica en aprendizajes.
No solo llevan el CV impreso en un folio, llevan el sándwich, el consejo y el carnet, sino también el saludo afectuoso y sincero; la sonrisa, la confianza, el apoyo de la presencia adulta y el buen deseo expresado en palabras:
– ¡Que les vaya súper bien! ¡Son unos genios, ya están en 6to!
Se van con una sonrisa saludando. Nos quedamos, las mujeres, fuera de la escuela sintiendo satisfacción, la cual se expresa en miradas apacibles; entre risas y sonidos de puertas que se cierran apresuradamente, para luego regresar en menos de una hora.
– ¡Y salió un grupo más a la práctica! ¡Lo logramos! – Expresa Verónica.
– Somos madres de 600… – Reflexiona Carla.
Y así, nace el contar está pequeña página de una historia cotidiana que se escribe con cariño e intención, día a día, en la escuela pública.
Valoramos la afectividad cuando estamos en la presencia, en la mirada, la palabra y en la acción.
#Por más cariño expresado en el cuidado a los y las adolescentes