Inclusión

Palabras en movimiento, una estrategia de inclusión educativa

Una estrategia de comunicación aumentativa y alternativa para aquellos que hablamos bailando.

Hace unos 9 años en un centro de enseñanza especial, conocí a un estudiante que cambiaría mi vida, para proteger su identidad lo llamaré Felipe.

Felipe era un niño simpático, con la risa más contagiosa del mundo, cuando se emocionaba aplaudía con alegría, era algo tierno y divertido de observar, en ese momento tenía 5 años, le gustaba sujetarme mientras yo pasaba caminando a su lado para oler mi perfume, creo que le gustaba, eso parecía por los gestos de su carita pequeña y redondita de aquel entonces, debo hacer un esfuerzo por recordarla, pues la imagen fresca del  adolescente con bigote y cejas pronunciadas que veo en mi día a día me hacen borrosa la imagen.

Como era el primer día de clases, de Felipe solo conocía el listado de sus alergias, medicamentos que ingería, que tenía un diagnóstico de baja visión y parálisis infantil, me llamó la atención que, en todos los informes educativos de las personas docentes anteriores, rescataban lo mucho que Felipe disfrutaba de la música.

Nuestro encuentro como docente-estudiante fue breve ese año, pues yo me encontraba cubriendo una licencia de maternidad y en el mes que estuvimos compartiendo aprendí que, una mirada conjunta, una sonrisa, gestos , un cambio en la respiración o en el tono muscular, parpadeos, aplausos,  sonidos guturales, el baile, todo esto, son palabras en acción, un discurso hecho movimiento, aprendí que para escuchar a mis estudiantes, debía afinar no solo mis oídos, sino todos mis sentidos, pues su voz era su cuerpo y las palabras el movimiento.

Cuando Feli y yo nos volvimos a ver, ya era un niño de 10 años de edad, seguía manteniendo ese amor por la música, pero esta vez en su expediente escolar noté que algo había cambiado, ya la música no era un factor motivante, era un distractor desde la perspectiva de algunas personas profesionales, en algunos aportes se recomendaba eliminar la música del aula pues relajaba tanto al estudiante que se dormía o solo bailaba y de nuevo, lo distraía del trabajo de clase.

Al tratar de seguir esta recomendación, noté a un Feli diferente, uno apagado, por así decirlo, no sonreía, faltaban sus vaivenes en la silla de ruedas cuando escuchaba una cumbia, los aplausos cuando yo encontraba su canción favorita en la lista de reproducción, faltaban las conversaciones que teníamos a través de la música.

Pocos días hice caso a esta recomendación y confié en mi criterio, yo estaba convencida que la música era parte de su voz y quería llenar de palabras mi aula con música, pero debía justificar cómo la misma afectaba de manera positiva mi trabajo, así que me hice un diario, anoté todo lo que iba sucediendo en mi aula y con las personas estudiantes, con Feli, durante la reproducción de la música, qué hacían antes, durante, después de escuchar X canción o ritmo musical.

Para mi sorpresa, la música se había convertido en una estrategia de comunicación en el aula sin siquiera yo planteármelo, ya les había dicho que la voz de mis estudiantes es su cuerpo, las palabras sus movimientos y por fin lo entendí, la entonación, la prosodia, ese saborcito no de lo que digo sino cómo lo digo, lo creábamos con la música, así las cosas, la música se convirtió en nuestro acento.

En esos días, hacíamos música con canciones de la radio, listas de reproducción, con instrumentos musicales y fuimos descubriendo que Felipe prefería comer con música de ritmo bachata, le gustaba realizar el trabajo del aula con ritmo de cumbia y se relajaba con baladas románticas que utilizábamos en los momentos de masajes, le llamaba la atención sentir la vibración en el parlante por el sonido de los tambores africanos y se molestaba cuando era hora de apagarlo.  

Felipe, al llevar sus manos hacia el parlante para evitar que se lo llevaran, nos decía que quería continuar en esta actividad, al relajarse solo con un ritmo para comer nos dice no con palabras sino con sus gestos y bailes que él puede decidir, también nos dice que debido a su medicamento anticonvulsivo se duerme, por eso la cumbia lo ayuda a mantenerse despierto para realizar el trabajo de clase, definitivamente la música no era un distractor sino un medio, una estrategia de comunicación.

Debido a la parálisis de Felipe, él no presenta lenguaje oral, cualquier estrategia en alta o baja tecnología, sistema de comunicación por imágenes, por señalamiento, señas propias o LESCO, objeto clave o concreto, son formas alternativas de comunicarse y de aumentar su vocabulario, por eso le llamamos Comunicación Aumentativa y Alternativa

Para estudiar el día de la diversidad cultural del 12 de octubre, le solicité a Felipe y a su familia preparar una exposición acerca de la cultura colombiana, qué  agradable fue ver a Felipe con la familia utilizando la música como la base de la exposición, mediante un vídeo, el estudiante bailaba con su familia un vallenato de Carlos Vives, Felipe sujetaba un corazón de peluche y un llavero, ya que una estrofa de la canción decía: “tú tienes la llave de mi corazón, yo te quiero…” , también cerca de él habían varios objetos concretos representativos de Colombia, como su bandera, granos de café, etc.

Cuando vi esta exposición supe que debía escribir esta estrategia de comunicación aumentativa y alternativa (CAA), pues puede ser utilizada por otras personas estudiantes con parálisis cerebral, por sus familiares o docentes para enseñar una nueva palabra o concepto, cuando deseemos expresar algo a través del cuerpo, el movimiento y la música.

¿Qué necesitas?

El concepto en estudio, una canción que se relacione con el tema, objetos concretos (reales) y clave objeto (objetos que representen una acción, como cuchara= comer).

En el ejemplo de la exposición de Felipe, el concepto en estudio es la cultura de Colombia, los objetos concretos son: el corazón de peluche, las llaves, el café en grano que aporta información sensorial de olor, sabor y textura, la bandera que aporta información sensorial en la piel al hacer movimientos como ola sobre su cuerpo, estímulo auditivo: la canción de vallenato.

¿Cómo introducir el tema?

Días antes de la exposición, representamos a modo de juego la cultura de Colombia, Felipe y yo chorreamos café (así le llamamos en Costa Rica cuando preparamos café de manera manual y no con un electrodoméstico) y hablamos de su olor, observé los gestos que hacía al olerlo, al sentir la taza tibia y pude darme cuenta si disfrutaba o no de la actividad, si le parecía o no un olor agradable, etc., luego presenté el ritmo vallenato y fuimos explorando las posibilidades de movimiento para vivenciar el folclor del país, entre otros.

El día de la exposición, Felipe ya había hecho experimentos con café, había pintado con café, hicimos una receta de helado de café, habíamos bailado muchas canciones de vallenato, habíamos explorado la bandera de Colombia y el significado de cada color por medio de representaciones tipo mímica, él era un experto en la cultura Colombiana, porque tuvo experiencias, tuvo oportunidad de explorar de comprobar, adquirió la información y la transmitió por medio del baile y de la representación simbólica (objetos concretos).

Lo anterior es un ejemplo de inclusión, si hoy nos pidieran hacer una exposición acerca de Colombia, posiblemente diríamos que es un bello país latinoamericano, que es reconocido mundialmente por su café, por sus bailes, por su naturaleza, etc., y lo haríamos con nuestra voz, porque es nuestra forma de comunicarnos, la de Felipe como he venido exponiendo, es diferente, pero igualmente cargada de mensaje, a través de formas diferentes de expresión.

Y aquí es donde Feli me dejó la enseñanza de vida, la inclusión no es hacer las cosas igual que todos los demás, sino tener la oportunidad de desempeñarnos respetando la singularidad de cada uno, de esta manera, no caemos en el error de considerar que una persona por tener X diagnóstico y no presentar lenguaje oral no se comunica o no tiene qué decir, porque sí lo hacen, solo que a su manera, con palabras que pueden ser tan sutiles como un suspiro, pero que expresan, considerar siempre que todos tenemos algo qué decir es el primer paso para ir afinando nuestros sentidos y aprender a escuchar las palabras en movimiento.

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Valeria Sánchez Jara

Valeria Sánchez Jara, docente de educación especial de personas con discapacidad múltiple y discapacidad visual, Universidad de Costa Rica. Docente por 9 años del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Apasionada de la comunicación aumentativa y alternativa: todos tenemos algo qué decir.

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