Gestión

Claves para la internacionalización de los centros educativos

¿Realmente todos los colegios internacionales son realmente internacionales?

El sector de la educación ha venido experimentando numerosas vicisitudes a lo largo de las últimas décadas que cada vez le coloca en una situación más compleja y volátil, que se acentuó a partir de la pandemia COVID cuyas consecuencias aún perduran.

A modo de ejemplo, en un país como España, con una de las 10 tasas de natalidad más bajas del mundo, los colegios privados de educación no universitaria han duplicado prácticamente sus ingresos en casi dos décadas, pasando de facturar 6.698 millones de euros en el curso 2004-05 a 11.425 millones en el 2020/21. Del mismo modo, y pese al citado problema de natalidad, el número de estudiantes matriculados ha venido experimentando una marcada tendencia ascendente en los últimos años, contabilizándose 2,68 millones en el curso 2020/21[1], todo ello teniendo en cuenta que en las últimas dos décadas disminuyó en un 15% el número de centros privados en el país.

Lo anteriormente expuesto, sumado a que las familias han aumentado un 51% su gasto en educación en una década[2], nos muestra que la educación es un negocio cada vez en mayor alza, pero que debe adaptarse a las circunstancias y necesidades de un mercado complejo y a las demandas de unos estudiantes y familias que cada vez buscan más valores añadidos y ventajas que van más allá del mero servicio académico. Buena muestra del buen estado de salud del sector, pese a algunos indicadores, es la entrada de numerosos de fondos de inversión internacionales y grupos educativos tradicionales que buscan su expansión en otros países buscando la diversificación y la rentabilidad.

Obviamente este ejercicio conlleva una modernización y actualización de procesos que no sólo se traduce en una reformulación de elementos pedagógicos, metodológicos, tecnológicos, etc, sino que implica una nueva forma de manejar los centros educativos mediante la especialización del cuerpo directivo en aspectos gerenciales, así como posicionarse el centro como referente en vanguardia, siendo uno de esos indicadores la internacionalización. Sería motivo de otro artículo desgranar el efecto rebote, en lo cuantitativo y económico, que ha tenido la crisis del COVID en las familias y la educación en lo que se refiere a la movilidad académica, pero es evidente que la internacionalización ha pasado de ser un artículo de lujo a ser un aspiracional en las últimas décadas.

Actualmente el adjetivo “internacional” (o “international school”, que queda mucho mejor) se ha multiplicado en las denominaciones de las instituciones educativas, siendo ya un apellido imprescindible para cualquier escuela o colegio que quiera manifestar un cierto prestigio. Pero, ¿realmente todos los colegios internacionales son realmente internacionales? Cierto es que el papel lo aguanta todo y añadir la coletilla “international school” es sencillo – hagan la prueba añadiéndolo a cualquier nombre de centro educativo – pero no es menos cierto que este apelativo no sólo debe tenerse sino merecerse, además de tener un sustento y un plan de trabajo que realmente implique una auténtica mirada hacia un mundo cada vez más globalizado donde el intercambio de estudiantes y profesionales ya es una realidad.

Esa transición de lo nominal a lo práctico, dentro de lo internacional, supone una reinvención del centro educativo además de un reto al tener que entrar en una nueva esfera de competitividad con otras instituciones que, o bien ya tienen experiencia en este ámbito o bien se preparan para encarar este nuevo escenario. Por ello, y sin ánimo de ser exhaustivo, pasaré a enumerar algunos de los aspectos absolutamente imprescindibles que deben ser tenidos en cuenta para la transición de un colegio local a un colegio realmente internacional.

En primer lugar, y aunque parezca trivial, hay que realizar un profundo trabajo de modernización de aquellos elementos de imagen corporativa que sirvan de escaparate de la institución educativa. Muchas veces esa imagen se ha creado hace muchos años y atendiendo a criterios estéticos que pudieron ser atractivos para su tiempo y un mercado local. Para ello hay que superar esas barreras y buscar diseños que puedan ser más visibles internacionalmente, además de tener en cuenta otros factores como su adecuación en apps.

Simultáneamente es necesaria una auténtica internacionalización tanto del cuerpo directivo como del docente, a partir de capacitaciones que permitan que la plantilla esté actualizada en modelos educativos globales y supranacionales que doten de valor añadido a la oferta académica local. Ello, por supuesto, unido a una actualización en herramientas digitales, y escogiendo – o adaptando – a el/la director/a con un perfil gerencial moderno, global e integrador, capaz de gestionar y coordinar todos los elementos humanos, logísticos, pedagógicos, etc, necesarios para que el centro educativo esté permanentemente en la vanguardia de la educación.

Es necesario aprovechar las oportunidades que nos ha dado la pandemia mediante el aumento del uso de plataformas digitales, usándolas para crear espacios virtuales para intercambio de experiencias con otros colegios extranjeros, tanto con alumnos como con profesores.

Sería objeto de un artículo o estudio más en profundidad, pero la nueva educación internacional amerita de una transversalización en el currículo en la enseñanza de habilidades blandas, así como del desarrollo de la inteligencia emocional, trabajo en equipo y resolución de conflictos. Del mismo modo, es imprescindible que los estudiantes sepan desarrollarse dentro de una concepción intercultural y no multicultural, donde el enriquecimiento suponga crecimiento personal. Por esta razón, es crucial la implicación de la comunidad educativa – familias, docentes, estudiantes y antiguos alumnos – para que sean “embajadores” del colegio en ese ejercicio de interculturalidad.

A partir de la aplicación de soft skills, necesariamente se impulsa el valor del desarrollo humano y la necesidad de educar estudiantes para un mundo diverso, intercultural y heterolingüístico mediante la experiencia y no de la teoría. Esta experiencia, además a través de los espacios virtuales anteriormente citados, debe consolidarse a partir de la posibilidad que tengan las familias de enviar a sus hijos/as a países extranjeros en periodos no inferiores a un mes ni superiores a tres meses. De este modo, el/la estudiante no solamente podrá beneficiarse de la inmersión un nuevo idioma sino, y que es casi tan importante, conocer nuevas culturas y poder desenvolverse de forma autónoma, creándose a partir de ahí un sentido crítico que le servirá para su futuro personal, social y profesional.

Todas estas acciones contribuirán, sin duda, al fortalecimiento institucional y a una imagen de modernidad y universalidad, la cual se puede reforzar mediante alianzas con diferentes instituciones públicas o privadas, no necesariamente educativas, como pueden ser universidades, organismos públicos, empresas, entidades certificadoras de calidad o redes internacionales.

Como es lógico, estas acciones de internacionalización suponen un trabajo al interior y al exterior de la comunidad educativa que es más complejo desarrollar que enumerar, pero sí es cierto que cualquier acción de reinvención supone, además de una inversión económica, una reestructuración del proyecto educativo: qué se pretende con la internacionalización y cómo se pretende llegar a ella. Pero, cuidado, si deciden que su institución siga ofreciendo soluciones a un público local, no pasa absolutamente nada: mercado hay y tan sólo es necesario detectar y dar respuesta a las necesidades del estrato al que nos dirigimos. Lo malo es que el curso de los tiempos nos llevará, lenta e inexorablemente, a una globalización educativa donde el factor diferenciador en calidad será determinante para la supervivencia de los colegios.


[1] Según el Observatorio Sectorial DBK de Informa (filial de CESCE). Si bien es cierto que la pandemia hizo retroceder el total de estudiantes matriculados en centros privados en un 1.7% en el curso 20/21, a lo largo de la década inmediatamente anterior la cifra se incrementó en un 20%.

[2] Según la “Encuesta sobre el gasto de los hogares en educación” (2020), los hogares españoles gastaron más de 19.800 millones de euros en el curso 19/20, un 51% más que en 2011/12.

Hola 👋
Un placer conocerte.

Regístrate gratis para recibir toda la información sobre eventos educativos, cursos, noticias y recursos para educadores.

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Mostrar más

Alfonso Algora

Consultor Educativo Internacional (www.alfonsoalgora.com) contacto@alfonso.algora.com Vicepresidente MBC Group Director Ejecutivo Red Iberoamericana de Educación (RIE) Miembro de REDIE

Publicaciones relacionadas

Deja un comentario

Botón volver arriba