Es el hoy. Es en estas semanas. Es lo virtual 3.0. Es la demanda que surgió de un día para otro.
Pero… ¿qué es una clase virtual? Muchos piensan que basta con subir archivos y contenidos a una plataforma o página. Que se trata de buscar información, compartirla, opinar y enviar el trabajo final. Pero no. No es tan simple. Una clase virtual es MUCHO más que eso.
Es un desafío constante que nos obliga a repensar nuestras prácticas, a rediseñar nuestros recursos, a crear nuevas estrategias. Y a buscar alternativas varias para motivar a nuestros alumnos. No creamos que porque sean nativos digitales ya está todo dicho.
No es simple. No es mecánico.
Pero hecho con compromiso, con responsabilidad, con conciencia de lo que transmitimos, de cómo lo transmitimos y hacia quien estamos transmitiendo, puede dar excelentes resultados.
Enseñar es un oficio. Enseñar un contenido implica construirlo, más allá de los recursos que utilizamos. “Enseñar es seleccionar contenidos, darles una secuencia, usar tecnologías, investigar, evaluar”. Y luego de todas estas acciones podremos ratificar o rectificar nuestras prácticas.
Mi experiencia me ha llevado a la siguiente afirmación:
Donde hay vínculo, hay aprendizaje.
¿Puede una computadora, un celular, una pantalla o cualquier otro dispositivo reemplazar el rol del docente en el proceso de enseñanza aprendizaje?
DEFINITIVAMENTE NO.
¿Puede un docente generar o mantener el vínculo afectivo con su audiencia a través de una pantalla o de un dispositivo?
DEFINITIVAMENTE SI.
Por lo tanto no confundamos educación tecnológica con aprendizaje virtual. Dos variables que van de la mano, que se complementan.
Pero un dispositivo no funciona sin la mano del docente.
Un dispositivo no elige ni planifica contenidos y actividades según los intereses de su audiencia.
Un dispositivo no deja HUELLA en quien pasa por él.
En cambio, un docente que enseña, deja huella en la vida de una persona.
Lic. Silvana Chait
Psicóloga – Docente
